Versos para congelar una tarde.

¿Qué fue de aquella tarde?

La tarde habitada por los ojos amables
y el gesto agradecido del que pide un abrazo.
El abrazo, la presión de los cuerpos siendo cálidos,
amistosos y ese beso en la mejilla
en fuga hacia la comisura de unos labios.

Aquella tarde cada vez más entrañable y allí el amigo,
buzo a la orilla del cariño. Prestando sus hombros y sus oídos.
Inmerso, sin pretenderlo, en la gincana del tropiezo
y del acierto.

De la mano de la tarde asomaba la esperanza,
ocupando el exiguo espacio de aquel banco, en aquel parque.
La imperceptible esperanza que la niña, oculta e ilusionada,
mimaba.

Y allí estaba esa tarde, ávida de ojos amables,
de ojos como pozos, como espejos.
Y en lo hondo de esa tarde, el bruñido reflejo del primitivo anhelo.

Así transcurría la tarde de aquel verano
congelada en la estela de un recuerdo.
Dentro, el parque. Fuera, el devenir traicionero.

¿Qué fue de aquella tarde?

No volvieron en otoño
con la hojarasca,
a aquel parque, a aquel banco,
la tarde, el amigo,
la esperanza, el primitivo anhelo.
No regresó la niña disimulada
y del abrazo sólo quedó suspendido
en el aire el delicado eco.

(14 de Octubre de 2017)


Foto de Eliecer Gallegos

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