Sobre ecosocialismo y la cuestión de la sobrepoblación

Nota: Este texto es una tarea propuesta en la asignatura de Elementos de Ecología Política del MHESTE, guiada por Jorge Riechmann. La propuesta consistía en reflexionar sobre las posiciones discordantes (y agrias) en torno a la cuestión de la sobrepoblación de dos ecosocialistas Ian Agus y Saral Sarkar

Antes de entrar de lleno en este debate, es relevante recordar la definición de ecosocialismo como una doctrina del siglo XX que integra las críticas del socialismo y del ecologismo.  Asumiendo que la economía se pone al servicio de la satisfacción igualitaria de las necesidades humanas y añadiendo una nueva condición: que esas nuevas formas de organizarse sean además sustentables. El ecosocialismo sueña con sociedades justas que han interiorizado los límites del planeta.

Una vez definido esto y después de leer con atención algunos textos de Saral Sarkar, como, por ejemplo: “Socialismo ecológico o barbarie”[i], no me cabe duda de que en esencia el autor se puede encuadrar como ecosocialista. Primero por el diagnóstico de la situación mundial que hace y la feroz crítica anticapitalista que plantea en la que anuda la sostenibilidad a la justicia global. Y segundo, por el modelo alternativo que defiende, lejos de planteamientos tecnoptimistas, abogando por sociedades y economías planificadas –libres, justas y solidarias– en estado estacionario. Si bien es cierto que en casi todos sus textos mantiene de manera clara la necesidad de limitar el consumo de recursos y la imposibilidad del ecocapitalismo verde, también es cierto que señala necesario empezar a actuar sobre el aumento de la población mundial.

Pero frente a las acusaciones de Ian Agus, no puedo por más que preguntarme, ¿cuánto de bancarrota moral tiene esta preocupación de Saral Sarkar? En primer lugar, creo que es importante situar al hombre para entenderlo. Saral Sarkar vive en Alemania, pero es de origen hindú así que es comprensible que un hombre nacido en uno de los países del mundo con mayor densidad de población tenga cierta preocupación por la cuestión demográfica. Por otro lado, como él mismo nos recuerda, una cosa es denunciar el mal uso de los hechos y otra bien diferente negar los propios hechos. Y nadie puede negar que a la sombra de los combustibles fósiles y la Revolución Verde la población mundial ha crecido de forma continuada y exponencial a lo largo del siglo XX;  y, que a su vez, estamos descendiendo por la espiral de la energía, inmersos en una dinámica de rendimientos agrícolas decrecientes, una clara y contabilizada disminución de las tierras fértiles del planeta y un proceso de deshielo que amenaza justamente las zonas en torno a las cuales se aglutina gran parte de los cultivos mundiales y gran parte de la población mundial. Obviar este panorama y los desafíos socioeconómicos que suponen es una verdadera irresponsabilidad.

Pero sí, Ian Agus tiene razón en un detalle: el infierno está empedrado de buenas intenciones. La historia así lo demuestra. Imponer políticas generales de natalidad es una cuestión sumamente delicada que puede interferir en la construcción de la identidad social, en las economías familiares y en el seguro de vida frente a la vejez que suponen los hijos y del que muchas familias muy pobres dependen. El propio Sarkar en su texto: “¿Una síntesis ecosocialista del problema de la sobrepoblación?” [ii]propone una política pública en la que el Estado condicionaría el seguro de la vejez a que las familias más pobres no tuvieran más de dos hijos. Un incentivo que se postula de forma voluntaria, pero que tiene un sesgo brutalmente injusto (de clase) y con toda seguridad de sexo, puesto que en muchos lugares socialmente “significan” mucho más los niños que las niñas. (¿Quién sabe si esta supuesta política pública no nos devolvería la imagen terrible de “las habitaciones de la muerte” chinas, en las que miles y miles de niñas eran abandonadas en orfanatos estatales?).

Parece que el hilo que he seguido me ha llevado a un callejón sin salida, comparto la visión de Sarkar y entiendo cabalmente la crítica de Ian Agus. Creo que ese es uno de los problemas centrales, no es una discusión sencilla y ambos interlocutores están cargados de buenas razones.  Pero profundizando me doy cuenta de que esta cuestión está marcada esencialmente por los tiempos. Es muy evidente, que no hay modo de atajar y contraer la población mundial de forma justa, sin incurrir en genocidios en el corto y medio plazo. La tasa de fecundidad lleva su propia inercia y no hay forma de frenarla con justicia y equidad bruscamente. Sin embargo, aun siendo también improbable sería factible (y mucho más justo) contraer las economías del norte opulento y el crecimiento económico, extendiendo el ecosocialismo por todo el globo. En este aspecto está todo por hacer. Y desde aquí, desde este lugar del mundo en el que escribo, no podemos pedirle a los más pobres de la Tierra que no tengan hijos para que nosotros podamos llevar estos estilos de vidas fosilistas. Y para reforzar esta idea, basta este dato extraído de un informe de 2014 de la UNFPA[iii] sobre cambio climático: solo 2500 millones de personas en el planeta obtienen suficiente dinero, más de 10 dólares diarios, como para que su consumo contribuya a las emisiones. Entre este grupo, una reducida minoría es responsable de una parte abrumadora del daño causado.

Pero ¿esto significa que podemos olvidar la cuestión de la sobrepoblación? Creo que no. Y aquí acudo a la reflexión de Sarkar, cuando nos recuerda que una sociedad con una población estabilizada podría querer seguir creciendo y que eso -sin el auxilio de los combustibles fósiles- en el inexorable futuro pospetróleo que nos espera sería a costa del espacio vital de otros seres vivos. No en vano el último informe de Planeta Vivo nos advierte que la causa más importante de la acelerada y preocupante extinción de las especies es el cambio de los usos del suelo. Nunca hubo sobre la biosfera tantos Homos sapiens, es un evento absolutamente inédito en la historia de nuestra humanidad, algo que ha sido posible, básicamente, gracias a los fertilizantes de síntesis y a que hemos roto los ciclos naturales con el soporte del petróleo. La agroindustria intensiva -con sus devastadores efectos- ha propiciado el aumento exponencial de la población mundial en unas pocas décadas. En un mundo en el que el cambio climático cambiará los mapas y alterará el equilibrio de las estaciones y en el que no dispondremos del aporte de energía extra que suponen los hidrocarburos es pertinente preguntarse si seremos capaces de sostener nuestros cuerpos sin colonizar y secuestrar toda la fotosíntesis del sistema terrestre. Y hoy sabemos que Gaia es un holobionte, simbiosis de simbiosis, y que todo está relacionado con todo y cada ser, cada grupo y cada especie que lo habita tiene un papel que propicia la existencia de los demás. La vida propicia la vida y nuestra propia supervivencia como especie depende de la supervivencia del resto.

¿Qué hacer entonces? Creo que es importante acudir a los datos para proponer una (utópica y deseable) agenda. Lo cierto es que la tasa de fecundidad mundial disminuye y en muchas regiones se establece en torno a 2. Sólo en África y en los Estados Árabes está muy por encima de la tasa de reposición (entre 3 y 4,2 niños y niñas por mujer en edad fértil)[iv]. Justamente en esos lugares del mundo -aunque no solo- las mujeres y niñas no son dueñas de sus cuerpos y están absolutamente supeditadas a los deseos de sus padres, hermanos y esposos. Por consiguiente, un esfuerzo mundial por universalizar el ecofeminismo, empoderando a las mujeres y transformando la percepción de los hombres a través de la educación es con toda probabilidad el único camino justo. Pero, no nos engañemos, esto no será posible en un contexto de brutal desigualdad y de miseria estructural. Así que, en paralelo, un programa ecosocialista descalzo, -un programa de la solidaridad, la autocontención y la sobriedad- que atendiera a las desigualdades de clase, género y especie, es doblemente necesario.  


[i] Sarkar, S., & Kern, B. (2004). SOCIALISMO ECOLOGICO O BARBARIE.

[ii] Sarkar, S. (1994). ¿Una síntesis ecosocialista del problema de la sobrepoblación? Ecología política, 143-152.

[iii] https://www.unfpa.org/es/cambio-clim%C3%A1tico

[iv] https://www.unfpa.org/es/data

Aquí los textos a comentar:

3 comentarios en «Sobre ecosocialismo y la cuestión de la sobrepoblación»

  1. Parece que el problema se soluciona sin necesidad de medidas restrictivas con una buena seguridad social … y algo más. España es un buen ejemplo, país católico donde la institución familiar tiene un enorme prestigio y, sin embargo, con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. ¿Por qué? Pues probablemente porque tenemos una aceptable seguridad social y un mercado de trabajo que impide que la institución familiar se consolide. Que la seguridad social es buena nadie lo pone en duda, que la precariedad laboral lo sea probablemente sea inaceptable, pero la combinación de ambas cosas parece que “resuelve” el problema

    1. Pues sí Ricardo, que las necesidades de las personas estén cubiertas a la vejez es un aspecto central en este asunto. Gracias por comentar.

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