A veces me pregunto
cuantos poemas tengo que escribir
para extirparme la nostalgia.
Tú me invitaste al verano,
hombre de los mil caminos,
a la montaña y a la charca.
En la orografía de tus pupilas
se dibujaban todos los ríos, los valles,
los lagos y todas las promesas
Yo me calcé las botas impermeables
y de salto en salto,
apresé el trozo de libertad
que dormitaba en el hueco de tus manos
para empezar a sentir, poderosas, las piernas.
Y ahora no puedo olvidarlo.
Y sé que esto no trata de amor.
Trata de la brisa, de los aromas en Primavera,
de las tardes naranjas de Otoño.
A veces me pregunto
en cuantos versos cabe una despedida.
Hombre en el sendero,
el niño que tú llevas en la voz convocaba
a la niña encandilada que yo escondía.
Y al cabo juntos y niños nos desplegábamos ligeros
para recorrer el planeta con la mirada nueva,
detenernos en los pequeños detalles, en todos los juegos,
en los dorados tesoros que esconde el lento y pleno viaje,
enamorados y entretenidos, sin prisa en las orillas del camino.
Y ahora no puedo olvidarlo.
Tu mano ya no está .
Dime niño,
¿con quién comparto el prodigio?
A veces me pregunto
y me respondo,
y sobreviene una certeza:
dos veces sola estoy
pues desde el fondo de ti,
se aleja diciendo adiós
la niña que yo era.