El día que tú te fuiste, llegó la poesía
y desde entonces versos y lágrimas
caminan esposados por la calle de la mano.
No hay Jueves que no llore,
no hay Domingo que no culmine un poema.
El día que tú te fuiste, un poema me arrancó la ropa
y ahora voy por la calle corriendo, desnuda,
dejando un poco de mi corazón
en cada verso que me atraganta,
inundando de metáforas las avenidas.
No tengo vergüenza, no tengo pudor,
sólo tengo verbos.
Sólo tengo sustantivos para condensar la luz y la oscuridad
de mis memorias.
Estuve en el anverso del mundo, ahora estoy en el reverso.
Cara o cruz para hablar de aquellas cosas de las que hablaban
los libros que leía cuando era chica.
Cara o cruz o de cómo la vida siempre es un péndulo.
El día que tú te fuiste, dejaste entre mis pechos
una herida abierta que todavía supura,
supura poesía.
Todos los días intento sanarme y no conozco
otra forma de hacerlo sino escribiendo.
Pero hoy regresaron a la ventana de mi cuarto
dos pequeñas urracas.
Sus cuerpos nimios sobre la tarde,
el vuelo.
Las admiré, les di las gracias.