Notas de mi diario. Ars erótica

Un portento de la naturaleza dice en el Facebook que la literatura erótica femenina está escrita por mujeres insatisfechas. Como escritora profundamente vocacional, mujer y animal erótico y creativo me gustaría detenerme en esta afirmación. A fin de cuentas, la literatura femenina y nuestra sexualidad han sido durante siglos ninguneadas.

El proceso creativo requiere de una profunda inmersión, conocimiento e intención. No hay arte que merezca la pena que esté desprovisto de emoción. Y la emoción, en cualquiera de sus formas, tiene su germen en el conocimiento. Es muy difícil emocionarse por lo desconocido. Una mujer que escribe es una mujer que conoce y que siente y que además explora. Explora el lenguaje como si de un cuerpo amado se tratase para extenderlo, elevarlo y llevar a su lector a otro estadio, a otro lugar a otra nueva sala del pensamiento y del espíritu.

Me detendré a continuación en nuestra sexualidad, en nuestro erotismo. Sobra recordar que nuestro clítoris tiene una infinidad mayor de terminaciones nerviosas. Tampoco recordaré que este pequeño órgano solo tiene una única misión: proporcionarnos placer. No, no voy a escribir sobre nuestros genitales. Voy a escribir sobre la sutileza, sobre un mundo de medias tintas, matices y ambigüedad radicalmente evanescente. Por esencia o por educación, (no sabría definirlo) nosotras vivimos lo erótico dando rodeos, revistiendo el acto sexual con gestos, palabras, caricias, verdades a medias, mentiras, lágrimas y risas. El acto así se convierte en un viaje sensorial en el que la imaginación es, por excelencia, el sentido más amplio, potente y prevalente.  

Así que aquí nos encontramos con dos astros perfectamente alienados, un verdadero eclipse que provoca, en sordina, un intenso resplandor. Tenemos a la creadora, la orfebre de las palabras, la exploradora de verbos, la que conoce el precipicio de la metáfora y domina el tú y el yo literarios. De otra parte, tenemos a la amante, que sabe provocar, que arranca el gemido con precisión de cirujana, que se detiene lo justo en cada esquina, que saborea el instante y cada gota de sal del cuerpo amado. A veces es dulce, a veces es fiera. Las tenemos a las dos soberanas de su arte y con toda la potencia que proporciona el deseo cuando comulga con la inspiración, surge su literatura erótica. Derramada, detallada, sensual, excitante, vital y plástica.

Dicho todo esto, creo que puedo concluir que no puedo saber si la escritora de literatura erótica es una mujer insatisfecha. Lo que sí que puedo afirmar es que el hombre o los hombres que la inspiran son -y están- satisfechos.  

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