Con el pecho dañado
yo regreso al rubor
de la colina fértil,
para escalarla suave
en la luz bermellón que la atraviesa.
Si mis venas rendidas
ayer aprisionaban
el dolor de mi pálpito.
Hoy laten conmovidas,
transmutadas en músculo de cepa.
¿Sentiré la cascada?
¿La grana en las caricias?
¿El arroyo de azúcar
que resbala torrente
por la tarde que aleja la tristeza?
Voy extraña, voy herida.
Derramándose el sol
en mis piernas sesgadas, descubiertas