Aquí retomo el vuelco de tu abrazo
a la vuelta de la tarde amortajada
y el vuelo de tu voz a vuelapié
en la plaza de creciente a llena.
En el gesto dilatado,
los votos de ternura esférica
que a vuelapluma renuevas en el pasillo.
Al giro de la nada inconmovible
germinan los abrazos
con vocación de estanque.
Tu verano y el mío que son dos,
prestan sus frutas dulces
a Juno, pronta, pérfida y celosa
que le arrebata al mar nuestros amigos.