En un taller de poesía aprendí sobre la potencia del endecasílabo. Escribir ciñéndote a las estrechas reglas de la métrica formal es un impresionante impulsor de la imaginación. Encerrar una idea, una imagen o una historia en el estrecho cuerpo de un verso medido tiene una capacidad expresiva bien conocida por todos y cada uno de los grandes de la literatura. El límite, el corsé, las reglas que no se puede vulnerar conducen los versos a estadios de extraordinaria belleza.
Pero no solo en literatura, en todo lo que nos rodea encontramos límites. Empezando por la mismísima vida cuya primera y más básica definición es que ha de tener un límite, una frontera, una piel -nuestra piel- que la separe del otro. Continuando con la muerte, las células de todos los seres vivos tienen en su interior una muerte programada, un límite de tiempo pasado el cual sobreviene el fin. Esta muerte, este límite, no es un fracaso de la naturaleza forma parte del infinito ciclo circular que permite una y otra vez el milagro de la vida. También nuestra capacidad empática es arrolladoramente interpersonal y sensorial, circunscrita a lo que podemos ver, oír y tocar. Los humanos somos seres tribales.
Asimismo, el Sistema Terrestre contiene vigorosos e ineludibles límites. Por ejemplo, la capacidad de la atmósfera de absorber CO2 sin modificar radicalmente el termostato del planeta. O, por ejemplo, la cantidad de nitrógeno que podemos verter a nuestras aguas sin privarlas del oxígeno, o la cantidad de especies vivas que podemos extinguir sin comprometer la vida del resto. Vivimos en un planeta redondo y de grandes círculos en el que las reglas del juego -casi siempre- de un modo u otro se pueden definir como límites. Y aunque parece que vivimos a espaldas de la termodinámica, esta siempre nos recuerda que hay umbrales infranqueables.
Sí, hay límites físicos, materiales, antropológicos, sensoriales y también los hay espirituales. Como la cantidad de injusticias, desaires, indiferencia o falta de aprecio que las personas pueden dejar pasar.
Cuando es necesario, abrazar y comprender tus límites, encontrar belleza en ellos, es parte del Tao de la existencia.