El ya terrible para la historia ministro de defensa israelí declaró antes de iniciar el asedio y derribo de Gaza: “Estamos luchando con animales humanos y actuaremos de la misma manera”. No voy a reflexionar sobre la infinita crueldad, la profunda injusticia y la desoladora destrucción de las vidas de millones de palestinos. Reflexionaré en esta pequeña nota sobre esta percepción absolutamente fuera de lugar en este siglo en el que por obligación las ciencias de la vida -es decir, la ecología, la biología, etc.- han de ser las raíces de nuestras cosmovisiones. Esto lo escribe una Homo Sapiens de la solitaria familia de los Hominidae, del orden de los Primates que a su vez pertenecen a la floreciente clase de los mamíferos un vertebrado más de los que forman el reino de Animalia, organismos pluricelulares heterótrofos y locomotores. Todos, incluso ese abominable ministro de defensa, pertenecemos juntos con otros animales (nuestros ancestrales hermanos) al reino de Animalia.
Pero, además, es que somos milagros vivientes de la evolución. En nuestros cuerpos se acumulan pieles y pieles de significado que cristalizaron en millares y millares de maneras de estar vivos. Millares de variantes del primer mamífero parecido a un ratón. Así pues, cada vez que nos enternece un cachorro acude desde el fondo de nuestras células aquel primitivo paleomamífero que inventó la neotenia, un rasgo de nuestra empatía animal. También, cuando sostenemos un bolígrafo con nuestro pulgar oponible resucitamos a otro pequeño inventor, un lemúrido cuadrumano. Todos en Animalia, tenemos un cuerpo denso de tiempo y ascendencias compartidas.
La triste frase del ministro nos revela cuan desgajados estamos de la naturaleza, única patria y único sostén de nuestro hálito. En algún momento de nuestra historia decidimos que éramos otro ente diferente a una golondrina, a un ratón o a una culebra. Decidimos que los bosques y los otros seres vivos eran recursos, o cosas, o categorías inferiores de vida. Siglos después, tenemos el resultado: ostentamos el premio ganador a triste meteorito. Y así, con ese lenguaje de siglos de opresión y crueldad es que se puede afirmar que vas a exterminar a tu prójimo y a tu vecino porque son animales.
Nuestro planeta habitable se está haciendo pequeño. Y cuanto más pequeño se haga el planeta más Gazas tendremos. Y no veo otra forma de abordar el cambio sino es aboliendo esa manera de concebirnos: fuera de y sobre la biosfera. Somos hermanos, prójimos, vecinos, compañeros y cooperantes. Artífices de los ciclos bioquímicos planetarios, trabajadores incansables del ciclo del carbono. Somos pananimales.
Lectura recomendada: Maneras de estar vivo. La crisis ecológica global y las políticas de lo salvaje. Autor: Baptiste Morizot.