A veces en un impulso terco
despliego mis postigos y así
las alondras que gorjean en mi pecho
salen al aire impenitentes.
Entonces la mañana se aprovecha
y el cielo se cuela entre las líneas
de mis noches a oscuras.
Generosa en el justo instante,
la condición de luz de tus pupilas,
de agua sin arroyo,
mece las negras ondas de las mías,
y vuelven al aliento enamorado
de mi voz que resucita y florece
cuando me nombras y me haces cierta.
(Foto tomada prestada de DocNatureblog)