Las palabras no solo sirven para describir la realidad. Además, inspiran sentimientos y emociones que posteriormente generan movimiento y acciones tangibles. Lo sabemos: las palabras tienden puentes o los destruyen.
Y luego, como una losa de rotundidad, está el valioso ejemplo. Ese construir cotidiano a través del cual algunas personas son faros que nos orientan.
Este es el tema que abordo en esta reflexión que se publica en El Salto: