En esta calurosa tarde, dentro de las inagotables páginas que tiene escritas Jorge Riechmann, encuentro estas líneas: «El problema del humanismo es la autosatisfacción: dar por sentado que la humanidad es algo que ya se posee, en lugar de un proceso inacabado e inacabable que exige constante atención, compromiso y combate».
También hoy, en esta misma tarde, escucho el demoledor testimonio de la relatora especial de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, en el que cuenta que, todos los días, en los puntos de reparto ─gestionados por la ONG estadounidense, Fundación Humanitaria para Gaza─ las fuerzas israelíes disparan a matar sobre una multitud hambrienta que acude a los puntos de distribución de ayuda. Más de 1000 palestinos ya han sido intencionadamente abatidos por francotiradores alrededor de estos puntos desde que se iniciaron las operaciones de asistencia. Violencia elevada al cuadrado, pues ya son más de 60000 los civiles asesinados, 17000 de ellos, niños. Y miles de familias han perdido a sus seres queridos o han sido aniquiladas. Muchas no han podido enterrar y llorar a sus parientes, y se han visto obligadas a dejar sus cuerpos descomponiéndose en las casas, en la calle o bajo los escombros». Una insondable herida colectiva herrada a sangre y fuego en la memoria de las generaciones venideras.
En 22 meses, han arrojado cien mil toneladas de bombas arrasando toda ciudad y pueblo, y han emponzoñado con fósforo blanco y metales pesados los campos de cultivo. Más de dos millones de personas están obligatoriamente hacinadas en el 12% de la franja, cientos de ellas durmiendo a la intemperie. El resto del territorio está restringido y militarizado por el ejército de Israel. Allí, casi nada sigue en pie (a duras penas algunos hospitales) , solo la resiliencia de los palestinos heridos, enfermos, desnutridos, esqueléticos y cansados, muy cansados. Lo de Gaza no es una guerra, no es un conflicto, es un campo de pruebas de tecnología militar de vanguardia, es un lucrativo negocio para muchos y, sobre todo, es derribo y es asedio sazonado con el ruido incesante y amenazante de las explosiones para rematarlos deliberadamente de hambre.
Mientras tanto, en una colina lo suficientemente próxima, lo suficientemente elevada, detrás de unos binoculares la matanza se convierte en celebración. Un telescopio, una máquina de refrescos y un lugar de peregrinaje al que todos los días suben decenas de colonos para contemplar como el paisaje se desmenuza en humaredas y escombros. Ellos anhelan la franja por encima de todo, por encima de los cuerpos mutilados, por encima de las heridas que nunca sanan, por encima del duelo y la tristeza y por encima de las lágrimas diarias de millares de niños. El mal existe y está encarnado ahí, en una bandera sanguinolenta clavada sobre el túmulo que ha quedado de Gaza a la sombra de un mirador. El mal existe. Y si es que todavía nos queda una pequeña posibilidad para alcanzar lo mejor de la humanidad, esto empieza con reconocer lo peor de ella encaramado a esa colina.
Y aquí, a 3258 km en línea recta, al otro lado del Mediterráneo, la brisa marina nos ha abandonado. El virazón, que tanto alivia y refresca y que sopla desde el mar hacia la playa cuando la temperatura de la superficie del agua está por debajo de la temperatura terrestre, apenas se nota. Nuestro Mare Nostrum, espejo plural, continuum que dio carácter y prosperidad a todas sus orillas y que no es uno, que son muchos, está demasiado caliente.
Este mar que no es uno, que son muchos. Es un mar agonizante y anormalmente cálido a causa del calentamiento global. Es el mar de los desheredados, de aquellos que vienen aquí muriendo en vida: los que naufragan en pateras. También es el mar prohibido para los habitantes del campamento de Mawasi, al sur de la franja, donde se aglomeran más de 425.000 personas. Un campamento insalubre tendido sobre la arena y carente de agua potable, electricidad y productos de higiene. Sus habitantes no pueden siquiera bañarse en la playa en estos días de bochorno aplastante ya que las tropas israelíes amenazan con disparar a cualquiera que se atreva a zambullirse entre las olas.
En contrapunto, es el mar de los cruceros y de las vacaciones turquesas y blancas. El mar de los veleros, de los castillos de arena y el que acaricia los cuerpos desnudos en cualquier cala de Ibiza. Ese mar cuyo reverso se revela en las miles de playas masificadas, en trabajos precarios y en las costas devoradas por la avaricia inmobiliaria. El mar de los negocios, de las crecientes emisiones, del capitalismo depredador. Un mar de indiferencia revestida de narcisismo y, en ocasiones, de crueldad. Un aparente edén tras un muro que oculta el dolor, la muerte, el sufrimiento, la extinción de otras especies y a Gaza.
Nos lo dejó claro Francesca Albanese, no es solo codicia y violencia colonial. Israel lleva más de 80 años arrinconando, asesinando y expulsando a los palestinos de sus tierras. Pero tras el terrible atentado de Hamás, el 7 de octubre de 2023, ha desplegado con despiadada ferocidad toda su maquinaria bélica y de demolición aplastando cada rincón de Gaza con la connivencia de Estados Unidos, el silencio cómplice de los gobiernos de Europa y el puntal de numerosas entidades financieras que han reflotado la economía israelí. Asimismo, la exterminación de Gaza ha supuesto un voluminoso comercio internacional muy rentable para numerosas empresas de diversos sectores. Son muchas las corporaciones privadas que han abultado sus cuentas de resultados proporcionando la tecnología y el soporte necesarios para que Israel continue con su proyecto genocida.
Simultáneamente, desde Instagram, se retrasmite en directo el horror. La barbarie, el sufrimiento y la brutalidad inmisericorde que se cuela en nuestros teléfonos son invitados incómodos destinados a remover nuestras atomizadas conciencias. Cada vez es más difícil cerrar los ojos y negarlo. Y aunque las movilizaciones por Palestina y los gestos de apoyo y solidaridad se suceden, son insuficientes. Somos muy pocos y ninguno de estos gestos alivian las condiciones de vida de los gazatíes. Más bien al contrario, Netanyahu está decidido a ocupar definitivamente la ciudad de Gaza lo que supondría desplazar forzosamente a otro millón de personas.
Sin embargo, a pesar de la impotencia generalizada, el pasado junio en un brote de esperanza contrafáctica, la Global March to Gaza llegó al Cairo. 4000 personas de 80 nacionalidades dispuestas a caminar contra la sombra hasta la frontera con Rafah para reclamar con sus cuerpos un corredor humanitario. Con el mismo objetivo, el 9 de junio de 2025, desde Túnez partió la Caravana Sumud. En el momento de su salida, la caravana la integraban 1500 activistas. Pretendían cruzar Libia para reunirse con los participantes de la Global March to Gaza antes de dirigirse al puesto fronterizo de Rafah. Un ejército pacífico de voluntad, amor y resistencia al que no permitieron salir de Libia ni de Egipto. Los barcos de la Flotilla de la Libertad, Madleen y Handala, secuestrados ilegalmente por Israel en aguas internacionales, corrieron una suerte parecida.Marta Moreno Muñoz, ─integrante de la delegación española e implicada activamente en el movimiento, comprometida activista por la justicia climática, artista e investigadora─ expresaba de esta manera la obligación moral de movilizarse: «Gaza es el futuro de la humanidad: un espejo que refleja la corrupción de Occidente, un apocalipsis moral. Si queremos habitar un mundo que aún merezca la pena ser vivido, debemos hacer todo lo humanamente posible por la liberación de Palestina, empezando por romper el asedio ilegal impuesto por el estado colonial y detener el genocidio».
El 4 de agosto de 2025, una nueva coalición integrada por el Global Movement to Gaza, el Convoy Sumud del Magreb, la Coalición de la Flotilla de la Libertad y Sumud Nusantara (Asia) anuncian que la mayor flota civil de la historia por Palestina zarpará el 31 de agosto desde Barcelona y el 4 de septiembre desde el puerto de Túnez. En cada partida, decenas de barcos con suministros médicos y ayuda alimentaria zarparán para luego encontrarse en el Mediterráneo antes de intentar llegar a Gaza. Su determinación es imparable y cuentan con la fuerza de lo necesariamente justo. Saïf Abukeshek, presidente de la Coalición Global contra la Ocupación en Palestina y coordinador en España del Global Movement to Gaza en una entrevista vía zoom resumió así el aliento que les impulsa: «La verdadera pregunta no es si actuamos por aire, por tierra o por mar. Lo esencial es que hay un movimiento civil e internacional que está tomando la iniciativa, que está asumiendo esta responsabilidad, porque quienes deberían hacerlo no lo están haciendo. Los políticos que tendrían que intervenir, que deberían actuar para detener los crímenes de guerra y las violaciones a los derechos humanos, están fallando. Y ante su inacción, nos toca a nosotros».
La palabra árabe Sumud representa la determinación, resistencia y perseverancia de los palestinos cuando permanecen en su tierra y no renuncian a su identidad. Determinación, resistencia y perseverancia que me llevan al principio. La historia se empeña en recordarnos que la humanidad, la sensibilidad y la compasión no nos vienen dadas, que sigue siendo un proyecto que exige constante atención, compromiso y trabajo. Hoy repetimos: «todos los ojos en Palestina», pero ya no basta la denuncia persistente. Es el momento de dar un paso más, como lo están haciendo las miles de personas que integran este movimiento global a Gaza. Gente que quiere viajar a Gaza, gente que quiere sentir y creer que lo que hace es de verdad heroico intemporal y con un significado soberano . Un movimiento internacional y pacífico de solidaridad, de resistencia y de redención. Pues solo actuando podremos redimirnos.
Lo estamos comprobando, a medida que traspasamos los límites planetarios y las condiciones materiales de la vida en la Tierra se hacen más difíciles, más “Gazas” sobrevienen. Por eso, esta acción sienta un precedente decisivo. Únete a la Global Sumud Flotilla e involúcrate aquí, forma parte del movimiento y apoya esta misión histórica. También puedes unirte a las próximas movilizaciones y apoyar las expediciones económicamente donando aquí. No te resignes, construye la justicia todos los días, sé Sumud, sé gente que quiere viajar a Gaza.