(A mi madre)
Estás en las historias que pueblan mi memoria.
Tus huesos se estremecen en mis huesos.
Tu sangre y tus tristezas son mi herencia.
Las rosas que sangraron en tus manos,
brotaron sin espinas de mis uñas,
dejando un rastro,
locuaz y taciturno en mi tintero.
En cuerpo y alma, loba, que cría y que se ocupa,
rota, aplastada, por la losa de otras vidas.
En cuerpo y alma, sostén, incubadora.
Al cabo, el mundo, desarmada y desamada,
rompió tu corazón en mil esquirlas.
Y a veces me pregunto de que bella manera,
de ninfa a mariposa, te hubieras transmutado,
si cuando fuiste niña se hubieran esmerado
en bañar la campiña naciente de tus sueños.