“Cada árbol en pie apuntala este planeta herido”, así gorjeaba un tweet de Joaquín Araujo hace un par años. Nuestro querido Joaquín, profundo amante de la naturaleza, describe en apenas dieciocho sílabas una valiosa lección que nos trae la historia y la ecología. Una lección que pueblos del pasado como los antiguos Anasazi, los vikingos, los infortunados habitantes de la isla de Pascua, o los de la moderna Haití no supieron aprender. Otros relatos sin embargo nos hablan de cómo algunas personas reverdecieron sus hogares y atrajeron la prosperidad plantando árboles.
Los árboles, esos seres vivos imponentes y longevos, tienen un papel imprescindible en la naturaleza. Sus raíces retienen el agua de la lluvia y permiten que se filtre hacía el subsuelo alimentando los acuíferos. Evitan la erosión del mantillo fértil que les alimenta y a la vez sus ramas y sus hojas a medida que caen se convierten en esa misma materia fértil. En su condición de arboleda, los árboles convocan la lluvia. Los bosques y selvas del mundo transpiran vapor de agua y al hacerlo saturan el ambiente con la humedad necesaria para que la lluvia suceda. Además las grandes extensiones boscosas en formación secuestran el carbono de la atmósfera contribuyendo de esa forma a frenar el cambio climático en el que estamos inmersos. En otras palabras, a la sombra de los árboles las condiciones que permiten la vida prosperan.
Así que cuando hablamos de sostenibilidad también estamos hablando de conservar y recuperar nuestros bosques autóctonos. No podemos consentir que los talen, tampoco que el fuego los destruya, ni que la avaricia los merme. Cada hectárea de bosque autóctono que se sustituye por árboles como el eucalipto es un paso más hacia el desastre y la desertificación.
Hace unos días ardió Doñana, ayer la Calderona y no puedo entender como permanecemos impasibles. No puedo entender como no hay movilizaciones sociales para reclamar desde ya no sólo una política de prevención de incendios eficaz, sino también una correcta gestión forestal y leyes constitucionales que protejan nuestros bosques. En nuestros bosques mediterráneos y atlánticos reside la frágil esperanza de no convertirnos en una parte del Sahara.
Hay en Picaña una hermosa tradición que invoca una conexión olvidada que necesitamos recuperar. En algunas de sus calles cada vez que nace un niño plantan un árbol con su nombre. Es poético imaginar que el árbol crecerá con el niño y le dará sombra, testigo mudo de su infancia, compartirán raíces y fortuna. Tal vez si sintiéramos cada árbol como un hermano y cada bosque como un hogar al que regresar. No en vano, primates como somos, vivimos durante millones de años entre sus copas. No en vano durante siglos nos han ofrecido cobijo y sustento.
Con la llegada del verano, las tórridas temperaturas y los vientos avivarán los incendios. Aquí y allá nuestras florestas arderán y cada árbol caído arañará un poco más el corazón de nuestra civilización. Los árboles son nuestros compañeros de viaje y su destino es nuestro futuro. ¡Aprendamos la lección! ¡Plantemos árboles! ¡Cuidemos los bosques! Sintamos que las raíces de cada encina, cada roble, cada álamo son los sostenes de nuestras vidas. Sintámoslos hermanos, sólo así conjuraremos la indiferencia. Al fin y al cabo, una y otra vez, el amor es la respuesta.
Notas:
Las magníficas ilustraciones son de Lorena Quilo excelente ilustradora y mejor persona y amiga. La primera se llama “Bosque al cielo” y en ella como una bella metáfora vemos unas pequeñas mujeres que en cada una de sus espaldas portean un árbol hacia el cielo. La segunda la dibujó estos días atrás mientras ardía Doñana, la ilustración es tan expresiva que no hay mucho que decir; pendemos de sus ramas.
También me gustaría recomendar este artículo de Victor J. Hernandez porque en él con un estilo muy claro y pedagógico se abordan cuestiones muy importantes sobre la correcta gestión forestal después de un incendio.
3 comentarios en «Cada árbol en pie apuntala este planeta herido»
Si, los árboles silenciosos y humildes nos regalan la vida. Oi ( aunque no se hasta que punto es cierto) que hacen falta 22 árboles para producir el oxígeno que consume cada persona. Hoy precisamente hablaba con una amiga de un componente de un medicamento contra el cáncer que se saca de la corteza de un árbol, alivian la temperatura de las ciudades, os dan fruto, nos alegran la vista en fin, que son vitales y no los apreciamos lo suficiente. En Azuqueca de Henares, provincia de Guadalajara también plantan un árbol por cada niño que nace y le dan un certificado a la familia esperando que enraice en el pueblo como ese árbol. Debería hacerse en más pueblos y ciudades, ¡deberíamos hacerlo en todos los pueblos y ciudades!,deberíamos plantar no uno, sino al menos ¡22 por cada niño!
¡Muchas gracias Nuria! No sabía lo de Azuqueca de Henares…..es una maravillosa tradición. Y sí, ¡al menos 22 árboles por cada niño!
Dejo este programa del Bosque Habitado…..Mejor expresado imposible
http://www.ivoox.com/bosque-habitado-cuando-empatia-nos-audios-mp3_rf_19452478_1.html?autoplay=true