Migrante

Mi voz ni es de ciudad,
ni está encerrada.
Planea sobre el bosque.
Se apropia
de las alas de aquel águila
a veces
otras se desploma cansada.
Se esfuerza a cada rato
sintiendo el corazón en cada pierna.
Su ritmo es el ritmo de las bielas.
Su rima la del arroyo que susurra
que te arrulla, que con voz cristalina
cura.
 
Queda y discreta, te acompañaba,
tomaba notas del ocaso
del aroma de los pinos,
del pequeño corzo que saluda a la mañana.
Anotaba cada uno de los lechos estrellados
que nos albergaron.
Anotaba tu sonrisa.
 
Mi voz aventurera
añora el lento viaje y la parsimonia
cuando atesorábamos paisajes mudables,
trasladando nuestro hogar en las alforjas,
acomodada en el espacio de tus brazos
y estudiando geografía de tus labios.
 
Mi voz migrante
no es de ciudad, ni está encerrada.
Mi voz, mi voz desalentada,
hoy repliega su corazón hacia el Oeste
mañana lo tenderá al alba.

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